Capitulo 1 - La llamada universal a la oración
En el capítulo 1, la autora enfatiza la importancia y la accesibilidad de la oración para todos. Afirma que todos los individuos son capaces de orar y están llamados a hacerlo, así como están llamados a la salvación. La oración, según Guyon, es una expresión del corazón hacia Dios y una práctica interna del amor.
Guyon insta a los lectores a vivir una vida de oración continua y enfatiza que la oración meditativa no es necesariamente lo que Dios exige, sino una oración de corazón, sin interrupciones por las operaciones de la razón. Destaca que la posesión y el goce de Dios son alcanzables y fáciles, y que buscarlo de manera correcta es tan natural como respirar.
Ella alienta a todos, independientemente de su condición, a acercarse a Dios a través de la oración, ya que es un acto posible y natural para cualquier persona. Madame Guyon subraya que el método de oración es muy fácil una vez que se aprende, lo que implica una práctica continua y una rendición completa al amor divino.
Capítulo 2 - El método de la oración
En el capítulo 2, Madame Guyon ofrece instrucciones prácticas sobre dos formas de introducir el alma en la oración: la meditación y la lectura acompañada de meditación. Ella enfatiza la importancia de la concentración y el enfoque en la calidad de la lectura espiritual, en lugar de su cantidad. La lectura meditativa implica seleccionar una verdad importante y saborearla, asegurándose de comprender completamente su esencia y sustancia.
Madame Guyon también explica su enfoque sobre la meditación, que implica recordar una verdad durante un acto de fe en la presencia de Dios, permitiendo que la mente se aquiete y se fije suavemente en la verdad elegida. Ella resalta que la fe viva en la presencia inmediata de Dios en lo más profundo del alma produce una suave presión hacia el interior y actúa como un freno para los sentidos, alejándolos de distracciones externas.
Guyon insta a la práctica de la contemplación de la presencia divina como el ejercicio directo y principal, al tiempo que advierte a los principiantes que se centren en una sola verdad divina a la vez y se sumerjan completamente en su esencia. Ella describe el proceso como desafiante al principio, pero se vuelve fácil y gratificante con la práctica continua y la disciplina.
Madame Guyon subraya el valor y la eficacia de acercarse a Dios en quietud, confianza y amor, y cómo este enfoque indirecto puede ser una forma poderosa de vencer las distracciones y fortalecer la conexión con lo divino. Su enfoque se centra en la intimidad con Dios y la comunión constante con la Presencia Divina como la esencia misma de la oración significativa.
Capítulo 3 - El primer grado de la oración
Madame Guyon aborda la accesibilidad universal de la oración, afirmando que aquellos que no saben leer no están excluidos de ella. Ella describe un método para la práctica de la oración, comenzando con la comprensión fundamental de que el reino de Dios reside dentro de cada individuo y que es necesario buscarlo.
Guyon sugiere instruir a los feligreses sobre cómo iniciar la oración con actos de adoración y humildad ante Dios, centrándose en el acto de fe en la presencia divina. Ella aconseja que los practicantes se acerquen a Dios como un niño débil y herido, exponiendo su situación con humildad y amor, entregando sus corazones y libertad a la divina guía.
El texto enfatiza la importancia de la entrega a la voluntad divina y el amor a Dios, sin sobrecargarse con repeticiones de oraciones fijas. Guyon alienta a representar las necesidades de las familias ante Dios y confiar en su presencia sanadora en tiempos de aflicción. Ella subraya la importancia de mantener una fe viva en la presencia divina y evitar formar imágenes de la Deidad.
Madame Guyon explica cómo la experiencia de la presencia divina y el disfrute del silencio y la tranquilidad conducen al alma al segundo grado de oración. Ella sostiene que este método de oración es accesible tanto para los analfabetos como para los eruditos y puede ser experimentado desde el principio por las almas favorecidas.
Capítulo 4 - El segundo grado de la oración
En este cápitulo Madame Guyon aborda el "segundo grado de la oración", también conocido como "Oración de la Simplicidad". Destaca que a medida que el alma se ejercita de la manera descrita, la capacidad para acercarse a Dios se vuelve más sencilla y placentera. Recomienda que una vez que el alma se coloque en la presencia divina por medio de la fe, permanezca en silencio respetuoso por un tiempo. Además, aconseja a los buscadores de oración que se acerquen a Dios sin expectativas de placeres espirituales, sino con el fin de agradarle y hacer Su voluntad, lo cual permite mantener la ecuanimidad de espíritu, tanto en los momentos de consuelo como de aridez espiritual.
Capítulo 5 - Aridez espiritual
En este cápitulo la autora aborda el tema de la "aridez espiritual". Se menciona que aunque Dios se esconde a veces para despertar el alma y motivarla a buscarlo con más fidelidad y amor, eventualmente recompensa la dedicación del buscador con consuelos y amor. Se destaca la importancia de esperar el regreso de Dios con paciencia, humildad y un profundo respeto, sin buscar los propios placeres o sensaciones. Se enfatiza la necesidad de ser pacientes durante la sequedad espiritual y esperar con humildad, contento sereno y resignación a la voluntad divina. Además, se indica que esta actitud agradará especialmente a Jesús y lo motivará a regresar a la vida del devoto.
Capítulo 6 - De la entrega
En este cápitulo se expone la importancia de la entrega total a Dios. El autor subraya que el abandono completo a la voluntad divina es crucial para el proceso espiritual. El capítulo enfatiza la necesidad de mantenerse firme en este abandono una vez que se ha realizado, y destaca que la fe sólida es un factor clave para lograrlo. El abandono implica despojarse de todo cuidado egoísta y confiar plenamente en la guía y la providencia divinas. Se aconseja renunciar a la voluntad propia y rendirse a la voluntad de Dios en todos los aspectos, tanto externos como internos. La entrega implica dedicar el momento presente a Dios y confiar en que su plan eterno se desarrollará de manera inevitable.
Capítulo 7 - De los sufrimientos
En el capítulo 7, se aborda la cuestión de los sufrimientos y la actitud que se debe adoptar hacia ellos. El autor exhorta a la paciencia en medio de las pruebas, instando a los lectores a amar a Dios tanto en momentos de dificultad como en los de alegría. Se destaca la importancia de no retirarse de Dios cuando se enfrenta a la adversidad, sino buscar consuelo en su amor y en la Cruz. Se enfatiza que el verdadero amor a Dios implica amar la Cruz y encontrar consuelo en ella. El capítulo hace hincapié en la conexión entre el abandono y la Cruz, y cómo aceptar el sufrimiento con resignación facilita su carga. Se reconoce la inevitable sensibilidad al sufrimiento, pero se sugiere que aceptarlo con voluntad divina atenúa su peso. El ejemplo de Jesucristo es presentado como un modelo de disposición para soportar sufrimientos extremos con fortaleza y aceptación.
Capítulo 8 - De los misterios
En este capitulo se discute la cuestión de los misterios y su comprensión en la vida espiritual. Se enfatiza que este método de oración permite que los misterios se graben en el alma de manera más profunda, ya que se vuelve capaz de asumir los diversos estados de Jesucristo. Se plantea que el alma, al seguir a Jesucristo y rendirse ante él, recibe revelaciones de sus diferentes estados, lo cual se considera más elevado que simplemente razonar sobre ellos. Se enfatiza la importancia de aceptar las diversas disposiciones de Dios, ya sea oscuridad o iluminación, y no permitir que ninguna de estas condiciones retrase el progreso espiritual. Se señala que a algunos se les otorga la gracia de contemplar y experimentar un misterio particular durante un tiempo, pero se enfatiza la importancia de ceder libremente cuando Dios retira esa gracia. Se destaca que el amor de Dios engloba y abarca todos los misterios divinos, y que el apego a Dios en sí mismo implica una devoción completa a todos sus aspectos.
Capítulo 9 - De la virtud
En este capítulo se enfatiza cómo se adquiere la virtud y su manifestación a través de la conexión íntima con Dios. Se sostiene que la posesión de Dios implica la posesión de toda virtud, ya que Él es la fuente y el origen de toda virtud. Se subraya que la verdadera virtud surge desde el interior del individuo y no es solo una apariencia exterior. Se enfatiza que las almas unidas a Dios practican la virtud en el grado más elevado, ya que su amor por Él les lleva a desear y aceptar sufrimientos y austeridades. Se señala que estas almas descuidan sus propios intereses y se olvidan de sí mismas a medida que aumenta su amor por Dios, y que desarrollan un desprecio por las cosas terrenales. Se destaca la importancia del amor como el principal motor para reformar la Iglesia y alcanzar la verdadera virtud, con la máxima de San Agustín de "Ama y haz lo que quieras", lo que implica que cuando se ama verdaderamente a Dios, no se desea nada que pueda ofenderlo.
Capítulo 10 - De la mortificación
Aqui se subraya la importancia de la mortificación interna en contraposición a la externa. Se argumenta que la verdadera mortificación no proviene de austeridades externas, ya que estas no pueden suprimir las pasiones y los sentidos, sino que, al contrario, pueden fortalecerlos. Se sostiene que la única forma de lograr una mortificación efectiva es dirigiéndose hacia adentro y fijando la atención en la Divina Presencia. Se afirma que esta concentración interna debilita la influencia de los sentidos y las pasiones. Se enfatiza que la obediencia a las atracciones internas de la gracia es más efectiva que prescribir austeridades específicas. Se destaca que la atención constante a Dios guiará y capacitará para la verdadera mortificación. Se sugiere que el acercamiento a Dios aleja el alma del pecado, lo que eventualmente se vuelve habitual a medida que se continúa en este camino. Se advierte sobre el peligro de excesos en la mortificación del ojo y del oído, y se insiste en seguir las indicaciones del Espíritu de Dios en el proceso.
Capítulo 11 - De la conversión
Aquí se destaca la importancia de la conversión total, que implica apartarse completamente de la criatura y volverse enteramente hacia Dios. Se explica que una vez que el alma se ha convertido a Dios, experimenta una mayor facilidad para mantenerse firme en esa conversión. Se señala que cuanto más se acerca a Dios, más se aleja de la criatura, lo que se vuelve habitual y natural. Se subraya que este cambio no ocurre a través de un esfuerzo violento por parte del individuo, sino a través de la atracción de la gracia divina y la correspondencia afectuosa del alma. Se compara el proceso con un centro atractivo que lleva al alma a su interior de manera natural y sin coacción. Se sugiere que la adquisición del recogimiento interior es crucial, y se alienta a no desanimarse por los obstáculos y dificultades, ya que la fidelidad en retirar el corazón de las distracciones externas y volver al centro con afecto sereno y tierno será recompensada abundantemente por la gracia divina. Se enfatiza que el suave retiro hacia el interior, hacia un Dios presente, puede calmar las pasiones turbulentas más eficazmente que cualquier otra forma de lucha.
Capítulo 12 - De la presencia de Dios
Aquí se resalta la importancia de experimentar la presencia continua de Dios. Se describe cómo el alma que sigue el camino de amor y adhesión a Dios comienza a sentir una serenidad gradual que se vuelve natural. Se compara la oración en este estado con el silencio completo, donde Dios comunica un amor intuitivo que produce una felicidad inefable. Se hace hincapié en dejar de actuar y esforzarse por uno mismo para permitir que Dios actúe solo. Se destaca que la apariencia de inacción en la oración es el resultado de la plenitud y abundancia de la gracia divina, y no de la esterilidad. Se utiliza la metáfora de un niño alimentándose suavemente del pecho de su madre para ilustrar cómo el alma debe recibir la gracia divina. Se insta a seguir este camino simple y dulce hacia Dios para alcanzar el objeto deseado con facilidad y rapidez. Finalmente, se invita al lector a abandonarse completamente en los brazos del amor de Dios sin temor, asegurando que Dios no decepcionará y superará todas las expectativas.
Capítulo 13 - Del reposo ante Dios
En este capítulo se describe un estado avanzado del alma que no necesita más preparación que la quietud. En este estado, la Presencia de Dios se infunde en el alma casi sin interrupción, marcando el comienzo o continuación de la oración. El alma experimenta una bienaventuranza trascendente y siente que ya no vive por sí misma, sino que Cristo vive en ella. La introversión es clave para encontrar a Dios en este estado, y tan pronto como se cierran los ojos, el alma queda inmersa en la oración, disfrutando de una conversación interior que no puede ser interrumpida por las cosas externas. Este tipo de oración trae consigo virtudes que fluyen de manera dulce y natural, haciendo que el alma sea insensible al mal. Se aconseja a la persona que permanezca fiel en este estado y evite buscar cualquier otra disposición que no sea la simple quietud como preparación para la confesión, la comunión, la acción o la oración. La expansión del alma para recibir infusiones divinas es su único propósito en este estado. El capítulo también destaca que estas indicaciones no se refieren a preparativos para los Sacramentos, sino a las disposiciones más perfectas en las que se pueden recibir.
Capítulo 14 - Del silencio interior
En este capítulo se enfatiza la importancia del silencio interior como requisito indispensable para recibir la voz del Verbo, que es esencial y eterno. Se compara el oído, como sentido pasivo, con la necesidad de prestar atención silenciosa a la voz de Cristo, el Verbo eterno, para que sea eficaz en el alma. Las Escrituras exhortan repetidamente a escuchar la voz de Dios, destacando la importancia de olvidarse de uno mismo y de los intereses personales para atraer el amor de Dios. Además, se subraya la necesidad del silencio exterior y el retiro para cultivar el silencio interior y estar verdaderamente enfocados en Dios. Se menciona que estar internamente ocupado con Dios es incompatible con las distracciones externas. El capítulo concluye enfatizando que, en momentos de dispersión, es crucial volver suavemente al interior para conservar el espíritu y la unción de la oración a lo largo del día, ya que limitar la oración a momentos específicos daría poco fruto.
Capítulo 15 - De la confesión y del autoexamen
Aquí se destaca la importancia del autoexamen antes de la confesión, especialmente para aquellos que han alcanzado un estado avanzado de oración. Se enfatiza que el examen debe ser pacífico y tranquilo, dependiendo de Dios para la revelación de los pecados, en lugar de depender únicamente del propio escrutinio. Se señala que la autoexaminación forzada puede llevar a engaños debido al amor propio. Cuando el alma alcanza un alto grado de oración, cualquier falta se reprende instantáneamente con un ardor interior y una tierna confusión. Se destaca que Dios, como el Examinador del alma, la examina de manera más efectiva que la autoinspección activa. Además, se advierte sobre la tentación de apartarse de la sensación de amor y tranquilidad durante la confesión, ya que estas son manifestaciones de una contrición genuina. Se anima al alma a permanecer en el estado que Dios le asigna y confiar en Su obra en lugar de buscar una acción propia ansiosa. También se menciona que el olvido de las faltas no debe causar inquietud, ya que puede ser una prueba de la purificación de ellas. Estas instrucciones son consideradas adecuadas para aquellos en estados avanzados de oración que han alcanzado un nivel de silencio interior y dependencia total de la acción divina.
Capítulo 16 - De la lectura y de la oración vocal
En este capítulo se aconseja a aquellos que se sienten atraídos hacia el silencio interior durante la lectura a dejar de leer y permanecer en la quietud. Se recomienda leer poco y detenerse cuando se sienta esa atracción interna. Para las almas llamadas a un estado de silencio interior, se sugiere no sobrecargarse con largas oraciones vocales. Si al orar vocalmente surge una dificultad y una atracción hacia el silencio, se aconseja ceder a esos impulsos internos en lugar de perseverar, a menos que la repetición de oraciones sea una cuestión de obediencia. En general, se destaca la importancia de entregarse completamente a las indicaciones del Espíritu Santo, cumpliendo así todas las formas de devoción de manera eminente.
Capítulo 17 - De las peticiones
El capítulo advierte que el alma no debe sorprenderse si siente dificultad para elevar peticiones a Dios como lo hacía antes, ya que ahora el Espíritu intercede por ella según la voluntad divina. Se destaca la necesidad de cooperar con los designios de Dios, los cuales buscan despojar a la persona de sus propias operaciones para dar lugar a las de Dios. Se insta a no permitir que nada, por bueno que parezca, se convierta en un obstáculo, ya que la voluntad divina es superior. Se aconseja desprenderse de todo apego al interés propio y vivir mediante la fe y la resignación, subrayando que la verdadera fe comienza a operar cuando se vive de esta manera.
Capítulo 18 - De los defectos o debilidades
El capítulo destaca la importancia de volver inmediatamente al interior si se divaga entre lo externo o se comete un error, ya que alejarse de Dios requiere regresar pronto a Su presencia y soportar cualquier sensación que Él imprima. Se advierte sobre la necesidad de evitar la molestia y la inquietud al cometer un error, ya que estas pueden surgir del orgullo y el amor propio, debilitando aún más al individuo. Se subraya que el alma verdaderamente humilde no se sorprende por los defectos, sino que se entrega más a Dios en busca de una alianza más estrecha y de su fuerza eterna. Se invita a actuar de acuerdo con la promesa divina de guía y enseñanza.
Capítulo 19 - De las distracciones y tentaciones
El capítulo enfatiza que la lucha directa contra distracciones y tentaciones tiende a aumentarlas y aleja al alma de Dios. En lugar de enfrentarse activamente a los enemigos, se sugiere apartarse del mal y acercarse más a Dios como el método más seguro. Se utiliza la metáfora de un niño que, al percibir un monstruo, se refugia en el seno de su madre con confianza. De manera similar, el alma debe apartarse de los peligros de la tentación y volverse a Dios. Se subraya que confiar en la presencia de Dios brinda fuerza instantánea, y se citan pasajes bíblicos que destacan esta confianza en Dios como fuente de apoyo y protección.
Capítulo 20 - De la autoaniquilación
En este capítulo se destaca la importancia de la oración como un acto que implica la efusión del corazón en la presencia de Dios. Se compara la oración con el incienso que asciende a Dios, y se menciona que la oración es el fuego del amor que disuelve y sublima el alma, permitiéndole ascender hacia Dios. Se resalta que, al derretirse y disolverse en la presencia divina, el alma emite olores, simbolizando el proceso de purificación. Se argumenta que la destrucción del ego y la aniquilación del amor propio son sacrificios esenciales en la vida cristiana, y que la verdadera adoración consiste en rendir homenaje a la soberanía de Dios a través de la renuncia a la propia existencia. Se insta a entregarse completamente a Cristo Jesús y abandonar la vida en el yo, para permitir que Él se convierta en la vida del individuo. La oración auténtica se describe como adorar a Dios en espíritu y en verdad, implicando entrar en la pureza del Espíritu y ser colocados en la gran verdad del Todo de Dios y la Nada de la criatura. Se destaca que el Reino de Dios está en el individuo cuando Dios se convierte en el Maestro y Señor absoluto, y cuando se posee a Dios como el Bien Supremo.
Capítulo 21 - Los nobles resultados de la oración
Este capítulo se enfatiza la acción del alma en la oración del silencio, refutando la idea errónea de que el alma permanece inactiva. Se destaca que, en realidad, el alma actúa de manera más noble y extensa bajo la guía del Espíritu de Dios. La analogía de las ruedas en la visión del Profeta Ezequiel ilustra cómo el alma debe ser servil a la voluntad del Espíritu Vivificador, y su acción debe estar en completa dependencia de ese Espíritu.
Se subraya que la acción del alma bajo la influencia divina es acompañada por una gran tranquilidad. Se menciona que, cuando el alma actúa por sí misma, sus acciones son forzadas y constreñidas, pero cuando actúa bajo la influencia del Espíritu de Gracia, su acción es libre, fácil y natural. Se describe cómo, al recogerse y volver a su tendencia central hacia Dios, el alma experimenta una atracción central poderosa y pacífica.
Se enfatiza la importancia de renunciar a la actividad egoísta y propia para seguir a Jesucristo y permitir que su Espíritu dirija la acción del alma. Se menciona el ejemplo de Marta y María, subrayando la necesidad de abandonar la inquietud y turbulencia propias para permitir que el Espíritu de Cristo actúe en el individuo. La idea central es que la acción divina es necesaria en todas las cosas, y el capítulo aboga por una total dependencia del Espíritu de Dios para permitir que su actividad sustituya la nuestra.
Se destaca la importancia de la unión con Dios, que comienza con una inclinación y tendencia hacia Él. Se menciona que esta unión tiene su comienzo, progresión y consumación, y que implica una adhesión cada vez más fuerte al Espíritu de Dios. Se argumenta que la actividad del Espíritu divino es esencial para la renovación del alma, y se insta a la pasividad bajo esa influencia como el camino hacia la restauración de la imagen divina en el individuo. El capítulo concluye resaltando la necesidad de escuchar al Espíritu de Dios, abandonar las preocupaciones superfluas y descansar en la paz de la total dependencia de la guía divina.
Capítulo 22 - De los actos internos
Este capítulo se aborda la distinción entre actos externos e internos, centrándose en los actos internos del alma. Se destaca la importancia de la conversión continua hacia Dios mediante actos internos que impliquen volver la atención y las energías del alma hacia Él, en contraposición a los objetos creados. Se subraya que esta conversión debe ser progresiva y puede requerir muchos actos reiterados.
La necesidad de reunir todas las facultades del corazón en la santidad de Dios se enfatiza, citando a Isaías y a David. La exhortación es volver al corazón, ya que Dios requiere el corazón del individuo. Se discute la propensión del alma a la disipación y cómo contrarrestarla mediante un acto puro de retorno a Dios. Se argumenta que, con el tiempo y la repetición de actos, el alma puede adquirir el hábito de la conversión y del amor a Dios.
Se aborda la percepción errónea de no formar actos, explicando que todos formamos actos, pero la naturaleza y la percepción de estos actos varían según el grado de avance espiritual. Se discute la diferencia entre actos transitorios y distintos y actos continuos, destacando que algunos buscan actos distintos y sensibles, mientras que otros, más avanzados espiritualmente, se centran en actos de naturaleza superior y continua.
Se utiliza la metáfora de un barco y el mar para ilustrar el proceso interior, destacando la importancia de extender las velas (ponerse ante Dios en oración) y sostener el timón (evitar que el corazón se desvíe del verdadero rumbo). Se destaca la eficacia del impulso divino cuando se confía y se descansa en la acción del Espíritu Santo, comparándolo con avanzar más rápidamente que con esfuerzos propios reiterados.
Finalmente, se sugiere que, en momentos difíciles o adversos (tempestades), la ancla debe ser lanzada, simbolizando una firme confianza y esperanza en Dios, con la resignación al Espíritu Divino y la entrega total a su guía como clave para avanzar en el camino espiritual.
Capítulo 23 - A los pastores y maestros
En este capítulo se aboga por la importancia de enfocarse en la oración y la vida interior para lograr conversiones duraderas. Se argumenta que si aquellos que trabajan por la conversión de otros se centran en la oración y en ganar el corazón de las personas, se producirán innumerables y permanentes conversiones. Se destaca que el corazón debe ser conquistado para corregir los males morales y erradicar vicios.
Madame Guyon critica la limitación de los esfuerzos externos y preceptos para ejercicios externos, abogando en cambio por ocupar el corazón en Cristo. Se sugiere que la decadencia de la piedad interior es la fuente de errores en la Iglesia y que la religión interior debería restablecerse para socavar y derrocar rápidamente esos errores. Se enfatiza que los sencillos son adecuados para alcanzar la perfección espiritual y que la instrucción debe centrarse en la fe y la oración, especialmente para aquellos que son menos instruidos.
Madame Guyon insta a los encargados del cuidado de las almas a guiar a sus rebaños hacia la vida interior, y se argumenta que el camino de Cristo no es peligroso, sino el único verdadero. Se destaca que el entendimiento de la ley divina se da a los sencillos, y se menciona que Dios ama a los que caminan con sencillez. La pérdida sufrida por la humanidad debido al descuido de la vida interior se presenta como inexpresablemente grande.
En última instancia, se hace un llamado apasionado a todos aquellos con el cuidado de las almas para que guíen a las personas hacia Jesucristo, fijando continuamente la mirada en Él y confiando en Su gracia. La enseñanza de la oración del corazón, la simplicidad en la relación con Dios, y la instrucción para buscar a Dios en el corazón se proponen como medios efectivos para la santificación. El capítulo concluye con un llamado a no complicar la instrucción, especialmente para los menos instruidos, y a permitir a los niños acercarse a Cristo con simplicidad y naturalidad.
Capítulo 24 - Del modo de alcanzar la unión divina
En este capítulo se argumenta que alcanzar la Unión Divina no es posible únicamente a través de la meditación, afectos o incluso la oración más elevada. Se citan varias razones para esto. Primero, se menciona que según la Escritura, "nadie verá a Dios y vivirá". Se argumenta que los ejercicios de la oración discursiva y la contemplación activa, aunque importantes, son limitados y no conducen directamente a la Unión Divina.
Luego, se explica que la impureza de la criatura, representada por la autosuficiencia y la actividad propia, debe ser purificada por una operación singular y eficaz de Dios. La impureza debe ser eliminada para que la criatura pueda unirse a la pureza de Dios. Se utiliza la metáfora del oro que se purifica en el fuego para ilustrar este proceso de purificación.
Se argumenta que la actividad propia obstaculiza la Unión Divina, ya que Dios es una "Quietud Infinita", y el alma debe participar de esta quietud para unirse a Él. Se destaca que la Unión solo es posible a través del reposo o quietud de la voluntad.
Se aborda la cuestión del libre albedrío, afirmando que el hombre debe dar un consentimiento pasivo a las operaciones divinas, aunque al principio pueda haber una resistencia natural. Se explica que, al dar un consentimiento pasivo, el alma permite que Dios actúe en ella y la purifique. Se afirma que este proceso de purificación es necesario para alcanzar la bienaventuranza esencial, que consiste en la Unión con Dios.
Finalmente, se critica a aquellos que temen y evitan este proceso de purificación, a pesar de ser el camino necesario hacia la bienaventuranza. Se argumenta que este temor es infundado y que el proceso de purificación es el camino más seguro y mejor hacia la Unión Divina y la verdadera felicidad. Se insta a las almas a no detenerse en las primeras etapas del proceso y a no conformarse con ejercicios externos, sino a avanzar hacia la meta de la Unión Divina.